¿Cómo prevenir el fracaso escolar en el verano?

Las vacaciones de verano tan prolongadas, como las actuales, contribuyen al fracaso escolar de los niños socioeconómicamente más desfavorecidos y a que se incrementen las desigualdades entre los menores en función del contexto socioeconómico y cultural en el que estas transcurren. El desfase entre estudiantes con distintos resultados académicos durante el curso se amplía en verano, en detrimento de los de origen social más humilde. Los avances que propicia el sistema educativo durante el curso en la igualación de los menores, las vacaciones de verano deshacen lo conseguido.

Las vacaciones escolares están cargadas de una gran desigualdad de estímulos y emociones que restan oportunidades a la infancia más vulnerable.  La calidad y cantidad de aprendizajes informales que adquieren niños y adolescentes en verano está en relación directa con el capital cultural de las familias y de sus comunidades de proximidad. Karl Alexander (2007) denomina ‘summer gap’ a la brecha causada por el verano en los aprendizajes de los menores de distintos orígenes sociales, al no intervenir la escuela como institución estructuradora de las tareas y tiempos infantiles, ni como mecanismo de compensación y nivelación cultural para los hijos de familias menos instruidas. Esta brecha es de tal magnitud que, según este autor en el momento de dar el paso al instituto, el 50% de la brecha de aprendizajes entre niños pobres y no pobres se explica por el ‘summer gap’ acumulado en sus trayectorias vitales.   

Por la Encuesta de Condiciones de Vida del 2020, sabemos que en España el 34,4% de las familias con niños no pueden permitirse ni pasar una semana de vacaciones. Esto supone una adversidad para la igualdad de oportunidades, que deja en desventaja a una determinada infancia mientras otra infancia acumula estímulos más potentes, adquiere experiencias más relevantes como viajar y conocer otras culturas y otros países.

Ante esta situación es necesario adoptar diferentes tipos de medidas que contribuyan a reducir este tipo de desigualdades:

1. Hay que acortar las vacaciones de verano en los centros educativos.

2. Hay que evitar que los menores realicen los tradicionales «deberes» para el verano.

3. Hay que promover espacios de aprendizaje en el verano para los menores.

1. HAY QUE ACORTAR LAS VACACIONES DE VERANO EN LOS CENTROS EDUCATIVOS.

El periodo vacacional de verano en España viene determinado por los tiempos en los que una sociedad rural necesitaba a los niños en edad escolar para recoger las cosechas (Escolano, 1992). ¿Tiene alguna lógica seguir con ese calendario que data de hace más de un siglo?

Este periodo de vacaciones es muy largo, en muchos de los países de nuestro entorno las vacaciones de verano son más reducidas. Por ejemplo, en Inglaterra o en Alemania los estudiantes tienen 6 semanas de vacaciones en verano. Esto implica que en España los cursos académicos sean muy intensivos, duran 37 semanas, mientras que en varios países de la Unión Europea duran 40 semanas, sin que ello conlleve para los docentes un mayor número de de horas de clases, al contrario los maestros españoles imparten un 13,4% más que la media de los maestros de los países de Unión Europea (22), y los profesores de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) un 6,3%.

Se deberían, por ello, acortar las vacaciones de verano, lo cual también contribuiría a «racionalizar» el calendario escolar, para que los periodos lectivos de un curso no estén tan concentrados en el tiempo. En todo caso, no hay justificación para que hagamos recaer sobre los menores los «problemas» de un calendario escolar que ellos no han diseñado y que no responde a sus necesidades de aprendizaje.

2. HAY QUE EVITAR QUE LOS MENORES REALICEN LOS TRADICIONALES «DEBERES» PARA EL VERANO.

Existen diferentes razones para que los menores no realicen las tradicionales tareas escolares en vacaciones:

  1. Los niños y adolescentes tienen durante el curso jornadas escolares y extraescolares sobrecargadas que no les dejan apenas tiempo libre, por ello las tareas escolares no deben colonizar además su tiempo de vacaciones y el de sus familias. Son además contraproducentes para la construcción de unas buenas relaciones familiares, en muchos casos suelen ser una fuente de discusiones entre padres e hijos.
  2. Todos, incluidos los menores, tenemos derecho al descanso en vacaciones, a desconectar del trabajo. Sin embargo, pareciera que no entendemos o aplicamos de la misma manera este principio a los niños que a las personas adultas. Esto sucede cuando los adultos les obligamos a realizar en verano las mismas (o similares) tareas que las que han realizado durante el curso escolar, mientras nosotros disfrutamos de las vacaciones que nos corresponden. No es factible dejar a un adulto sin vacaciones porque no haya cumplido adecuadamente con los objetivos que tenía fijados en su trabajo, pero a los niños, sobre todo a aquellos que son «víctimas» del fracaso escolar se les suele obligar a realizar tareas escolares en vacaciones. Por todo ello, debemos respetar el derecho al descanso de los menores.
  3. Las tradicionales tareas escolares del  verano se caracterizan por consistir en que los estudiantes realicen de manera repetitiva dinámicas y/o ejercicios iguales o similares a los que se han estado haciendo durante el curso, que además puede que no fueran las más adecuadas, pero que en todo caso deberían haber ser suficientes. Este tipo de tareas no contribuyen a la motivación de los niños hacia el aprendizaje y el conocimiento. Al contrario, no hacen más que acrecentar la sensación de frustración frente a unos contenidos que en muchos casos no entienden, así como afianzar la sensación de soledad ante los contenidos escolares.
  4. Los deberes de verano no suelen ser coherentes, se pide que todos los estudiantes cumplimenten los mismos «libros o cuadernillos de texto» o realicen los mismos ejercicios independientemente de lo que cada uno de ellos pueda requerir. No es habitual que respondan a una planificación y orientación personaliza realizada a partir de las necesidades de cada alumno. Y cuando eso sucede, las tareas estivales que se proponen deberían haber sido actividades de diversificación que se tendrían que haber realizado a lo largo del curso ordinario.
  5. Los estudiantes realizan estos deberes sin que sus profesores se los supervisen mientras los realizan. Esto platea varias cuestiones:
    • ¿De qué sirve que los estudiantes realicen ejercicios, repasen, etc. si nadie revisa lo que está haciendo?
    • ¿Qué sucede cuando las familias no tienen recursos para pagar un profesor particular o una academia que supervise esos deberes? Además de que esto cuestiona el derecho a una educación gratuita y que con ello se contribuye a la privatización de la educación, se convierte en una nueva fuente de desigualdades.
    • ¿Qué sucede cuando quienes ayudan o supervisan estos deberes no tiene las herramientas adecuadas o no saben hacerlo? Muchos padres  no dominan las materias que tienen que estudiar sus hijos o utilizan métodos anticuados (los mismos con los que ellos aprendieron), que se basan en la autoridad, la repetición y el castigo.
    • ¿Qué sentido tiene que a la vuelta de vacaciones se «corrijan» esos deberes o se realicen «controles y pruebas»? ¿Los niños que suspendan los deberes de verano tendrán que repetir los tres meses de vacaciones, como propone El Mundo Today?

3. HAY QUE PROMOVER ESPACIOS DE APRENDIZAJE EN EL VERANO PARA LOS MENORES.

El que haya que evitar las tradicionales tareas escolares en verano no implica que no haya que adoptar medidas para compensar las desigualdades que propicia el periodo estival entre los menores que viven en contexto sociales con carencias económicas, sociales, etc.

La cuestión está en cómo orientar las actividades que pueden realizar los estudiantes durante el verano. Afortunadamente están a nuestro alcance más recursos que nunca: lecturas, juegos, aplicaciones informáticas, películas, programas, museos, bibliotecas, actividades deportivas, diferentes modos de acceso a múltiples idiomas, etc. que pueden ser vividos por ellos como un reto creativo y complementan o consolidar lo que han trabajado durante el curso.

Los docentes se tienen que convencer de que existen alternativas a los tradicionales deberes para el verano, y de que se tienen que convertir en promotores de las mismas. De igual forma, hay que convencer a los padres, sobre todo a aquellos que no «leen» ni hacen «actividades culturales» con sus hijos, pero que les exigen que hagan deberes en verano, que existen otras opciones.

Muchos ayuntamientos, museos, bibliotecas, asociaciones juveniles y vecinales, etc. han puesto en marcha distintos tipos de iniciativas para luchar contra el ‘summer gap’ entre la infancia y la juventud vulnerable a través de «campamentos urbanos», actividades deportivas y culturales.

No obstante, si los estudiantes necesitan más tiempo para su proceso de aprendizaje… ¿por qué no en los centros educativos? Hay que contemplar la posibilidad de abrir de alguna forma durante las vacaciones de verano los centros educativos para ayudar a los menores a aprender y ponerse al día, pero también para ofrecerles un lugar seguro para jugar y socializar. Además de que con ello también se contribuiría a solucionar los problemas de conciliación de las familias.

Algunas comunidades llevan años organizando actividades en los colegios durante el verano para los niños más desfavorecidos. Habría que desarrollar más y ampliar este tipo de actividades. Karim Abouelnaga presenta en el siguiente video algunas propuestas en esta dirección para reducir las desigualdades generadas por el periodo estival, reabriendo los centros educativos, y trabajando con docentes en formación y niños desfavorecidos durante el verano:

  • Alexander, Karl L.; Entwisle, Doris R.; Olson, Linda Steffel (2007), «Summer learning and its implications: Insights from the Beginning School Study», New Directions for Youth Development, núm.114, págs.11-32.

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